sábado, 29 de agosto de 2009

El primer alcalde de Mollendo

El año 1871, los vecinos notables del puerto de Mollendo, reunidos en la casa del Sr. Adolfo Gigax, agente Consular del Imperio Germánico; luego de varias deliberaciones nombraron Alcalde al Sr. Juan Benavides, quien agradeció con entusiasmo y cariño la honrosa designación y prometió trabajar por el adelanto y progreso de Mollendo.

El Concejo Municipal se instaló en sesión solemne el 28 de abril de 1871. Una de las primeras preocupaciones del flamante Alcalde fue dotar al Municipio de un local propio y mandó construir un hermoso edificio de tres pisos en madera, el cual estaba ubicado en la Plaza Bolognesi, que estuvo en pie hasta el 2 de abril de 1912, fecha en la que ocurrió el mayor incendio en la historia de Mollendo.


Por Ley del 30 de mayo del mismo año se aprobó el plano de Mollendo confeccionado por el ingeniero Juan L. Thorndike, y se gestionó ante el Supremo Gobierno para que se otorgue a los pobladores trasladados desde Islay doble extensión de terreno que ocuparon en esa localidad, a modo de compensación.

Sintiendo el alcalde Benavides la necesidad de que el Puerto contase con un centro de estudios para sus hijos, creó la primera Escuela Municipal el 1ro de abril de 1876, el cual funcionó en el local del Municipio, siendo su primer maestro el Sr. Manuel De la Cruz Madueño Muñoz.


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El pueblo de Islay en el año 1863 según Antonio Raimondi

Antonio Raimondi en su obra "El Perú" nos describe con todo lujo de detalles cómo era Islay en el año 1863, a cuyo puerto llegó el día 29 de noviembre del citado año. Dice así:

"El Puerto de Islay consiste en una ensenada abrigada por una punta que entra a la mar. El puerto esmuy pequeño y algo difícil para la arribada, a causa de granes peñascos e islotes situados casi a su entrada. Islay no tiene playa y por todas partes la roca está cortada a pico, formando una barrera elevada contra la que chocan las olas del mar."

"Hasta hace pocos años el desembarcadero era muy difícil y peligroso porque no había muelle, y para subir y bajar existía una móvil y bambaleante escalera de soga que estaba apoyada a una peña vertical, sobre la cual era preciso trepar con ligereza para evitar el peligro de ser aplastado por la embarcación movida con violencia por las fuertes oleadas".

"A las mujeres y niños se les embarcaba en una silla sostenida por un pescante, como si fueran carga".

"En este lugar se ha construido un muelle de fierro, con una escalera que baja hasta el nivel del mar y que permite el embarque y desembarque con bastante facilidad. También se ha arreglado el camino que conduce al muelle a la población y que antes era muy escabroso".

"Muchas mejoras se han hecho en Islay en estos últimos años de manera que aquellos que lo han conocido hace poco, lo encontrarían hoy muy cambiado".

"Las principales casas de la población forman una gran calle ligeramente inclinada hacia el mar y que conduce al muelle. Esta calle tiene aceras de madera siendo este él único material de construcción, no por falta de piedras, pues precisamente abunda, sino por falta de agua para hacer la mezcla y preparar los adobes".

"Hasta hace pocos años, Islay carecía completamente de agua dulce, de manera que era preciso traerla de afuera. Actualmente tiene cantidad suficiente para el consumo de la población, pero no en tanta abundancia como para desperdiciarla o emplearla en irrigar terrenos. Esta agua proviene de algunos manantiales situados a una legua de la población, en un lugar llamado Matarani, en donde hay un olivar. Es traída a Islay por medio de una cañería de fierro, la que está conectada a dos pilas, situadas en la plaza principal y continúa después hasta el muelle, pasando debajo de él; de manera que los buques que necesitan proveerse de agua mandan al muelle sus embarcaciones con barriles, los cuales por medio de una manguera reciben el agua directamente sin necesidad de sacarlos de la lancha".

"Es una lástima que el agua no sea de muy buena calidad por ser un poco salobre; pero aún así es una suerte que aquí exista pues en la costa del Perú, donde apenas hay quebradas por donde pasar algún río, es muy escasa el agua; y por lo demás el agua de casi todos los manantiales de la costa es un poso salobre".

"El agua excedente de las pilas de Islay, la reúnen para que se pierda en unos pozos que sirven de abrevadero para las bestias".

"Esta escasez de agua en Islay trae consigo la falta de vegetación en sus alrededores, por lo que presenta este lugar un aspecto triste y árido, fatigando mucho la vista de la desnudez de sus terrenos".

"En tiempo de lomas y en los inviernos que las garúas son muy abundantes, los cerros de las cercanías se cubren de vegtación y un gran número de flores vienen a dar un poco de vida a esta muerta región."


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viernes, 28 de agosto de 2009

El Degolladito

Don Rospicio Rodríguez, natural de Chala, provincia de Caravelí (Arequipa) ganó significativa suma de dinero en las salitreras de Tarapacá. Al decretar el gobierno chileno la salida de los peruanos que trabajaban en dichas minas, don Rospicio regresó al Perú estableciéndose en Mollendo.

La gente que lo conoció comentaba que don Rospicio era una persona amable y alegre, gustaba exhibir anillos y un hermosos reloj de pulsera con cadena de oro.

El 1ro de enero de 194, don Rospicio encontró horrible muerte; en tan significativa fecha universal de año nuevo, después de haber libado licor en una cantina ubicada en la calle Tambo, 5ta cuadra (hoy Dean Valdivia), con un amigo a quien conoció en Chile, siendo ya muy de noche, y frente a la puerta principal de nuestro cementerio, el desleal amigo lo asesinó, degollándolo con un corvo con la finalidad de robarle sus joyas y dinero que tenía en libras esterlinas.

Al día siguiente, la noticia causó gran revuelo en la población de Mollendo, autoridades y curiosos se hicieron presentes y vieron con estupor la cabeza del infortunado Rospicio cercenada del cuerpo. A los pocos días el asesino fue capturado en los baños "La Aguadita".

En el año de 1923, el Presbítero Juan "Tata" Arenas y el Capellán del Hospital "El Carmen", Rvdo, Padre Jesús M. Del Carpio, con asistencia de autoridades y devotos celebraron una misa en el mismo lugar de los hechos, con ocasión de la exhumación y traslado de los restos mortales de don Rospicio al interior del Cementerio.

El "Degolladito", como se le conoce desde entonces, es parte de la fé católica de Mollendo. Sus devotos visitan su tumba los días lunes y el 2 de noviembre de cada año es venerado masivamente, porque el alma del "Degolladito" para muchos de sus creyentes, es milagrosa.


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La Sociedad San Juan de Dios

Como el hospital que funcionó durante la construcción del ferrocarril desapareció con la terminación de los trabajos, la población de Mollendo y toda la provincia de Islay quedó, en el aspecto sanitario, atendida solamente por el médico del puerto.

Son frecuentes las epidemias y el vecindario tiene gran preocupación por mejorar las condiciones de atención médica. Es por ello que desde los primeros años las damas mollendinas afrontaron el problema de ayudar a los desvalidos, especialmente a los enfermos y, a este fin, fundaron una entidad que denominaron "Sociedad de San Juan de Dios".

Esta Sociedad tenía entre sus ambiciosos proyectos el de construir un hospital. A tal fin llegó a conseguir el terreno que había ocupado el llamado "Panteón Viejo", situado en lo que era la plaza Leoncio Prado, zona que posteriormente ocupó el "Cine Mundial" y la "Sociedad Telefónica del Perú". Es así que en el mes de noviembre de 1893 obtuvieron del honorable Concejo Provincial de Islay, la licencia para la construcción del proyectado hospital.

Sin embargo la idea y el proyecto no prosperaron.


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El flagelo de las epidemias de Islay

Tal vez por la influencia del clima, la falta de medios naturales como la vegetación, el agua potable, la propia alimentación escasa de los elementos necesarios para la salud, además de la ausencia de los medios sanitarios y por lo general higiénicos en los habitantes de recursos pobres, que eran los más en la población; es que en Islay se declararon terribles epidemias infecto contagiosas con caracteres alarmantes, porque no hubieron recursos para combatirlas.

En el año de 1836 se declaró la primera epidemia de tifus Exantemático y es cuando el pueblo aprendió a soportar los estragos de este terrible y mortal mal.

La desesperación de la población hacía que el pánico cundiera más y más, porque los enfermos de todas las edades se multiplicaban como una maldición. Se veía las figuras espeluznantes de cada uno de los enfermos tirados en cualquier rincón de las habitaciones: rostros brutalmente encendidos por la fiebre, delirantes y con repugnantes costras negras en la boca y manchas en todo el cuerpo.

No se tenía noción de cómo combatir aquel flagelo. algunos de los que se quedaron para contarlo, dijeron que hubo un español llamado Bernardo, que a gritos proponía que fueran quemados todos los cadáveres y las ropas para acabar con la invasión de los piojos, pero nadie quiso hacerle caso.

En 1841 hace su aparición la Viruela. Los vecinos empezaron a descubrir, primero en la población infantil, las ponzoñosas pústulas virulentas de color rojizo; inmediatamente se corrió la voz entre los vecinos de que la Viruela había entrado en todos los hogares del puerto, porque después hasta los adultos empezaron a mostrar aquellas repugnantes pústulas virulentas. En todos los hogares había uno o dos casos de esta contagiosas enfermedad, y solamente eran los remedios caseros a lo que se podía recurrir. Casi toda la población infantil había sucumbido. Diariamente habían dos o tres cadáveres que se enterraban sin ataúd.

Trece años más tarde, en 1854, la Fiebre Amarilla es otra de las calamidades más contundentes que vuelve a soportar este pueblo que al parecer estaba destinado a lo que la muerte le exigía como presagio de su destrucción, o que la misma muerte terminara con la tenacidad de soportar este maldito destino, ya que catorce años más tarde en el verano de 1868, nuevamente la Fiebre Amarilla comienza a hacer estragos mortales en la población.

Pero volvamos a pensar en este trágico destino de este sufrido puerto. Dos años más tarde, cuando parecía que la muerte se había cansado de destruir la vida de los pobladores de Islay, empezaron a aparecer casos de fiebre amarilla, y lo peor del caso, acompañada del maldito vómito negro. Las gentes con actitudes dantescas se embrocaban vomitando sangre, para morir en las calles.

Cuentan los sobrevivientes de este valeroso puerto, que en el mes de junio de 1866, desde el Callao zarpó un barco con destino a Islay, conduciendo un batallón de soldados para que se trasladaran a las guarniciones de Arequipa; pero estos soldados habían sido atacados en alta mar por la fiebre y el vómito negro, muchos de los cadáveres habían sido tirados al mar, y conocedor el pueblo de este hecho, no permitió el desembarco de los soldados, pero éstos lograron desembarcar por un baradero llamado Pescadores, y los enfermos entraron a la ciudad ocasionando el contagio general. Entonces los pobladores abandonaron sus viviendas huyendo hacia el sur, otros tomaron la dirección de las lomas.


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